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Conociendo a nuestros aficionados: los grandes momentos de Héctor Merino

Cuando somos niños, pocas cosas hay mejores que ir al fútbol con nuestro padre. Quizás jugar al fútbol con los amigos, cambiar cromos y ya. Nada más. Pero lo de ir al estadio de la mano de papá, supone un rito de iniciación que establece las bases de la que será una de las dimensiones fundamentales de nuestra vida, la pasión por el fútbol. Todos recordamos aquella primera vez, saliendo a la grada, impresionados por ver a los jugadores de cerca, disfrutando de un ambiente del que no sabemos nada, excepto que queremos que dure para siempre. Luego, van pasando las temporadas y, aunque mantenemos la afición, nuestra relación con el juego va cambiando. Nos hacemos mayores y comprobamos que nuestro equipo no gana muy a menudo, que pocas veces juega bien y nos volvemos algo escépticos, incluso en ocasiones, cínicos. Y sin embargo, seguimos creyendo en algo. Seguimos creyendo en el fútbol con nuestro padre. Porque supone un mundo que nos pertenece y al que pertenecemos. Y eso, por mucho que pase el tiempo, no cambiará jamás.

Héctor Merino, abonado número 474 de la A.D. Alcorcón, sabe mucho de esto. Desde la temporada del ascenso, es un habitual de la tribuna izquierda del municipal de Santo Domingo. Hasta su fallecimiento hace ahora un año y diez meses, también lo era su padre. Juntos pasaron momentos inolvidables y apenas se perdieron un encuentro en los cinco años y medio que fueron a ver a su querido Alcorcón. El relato se parecerá, seguro, al de muchos otros padres y sus hijos pero, en este caso, tiene la particularidad de que Héctor, sigue rindiendo homenaje a su progenitor al reservar cada domingo el asiento que ocupaba a su lado. Para el espectador que sea ajeno a la historia, será una localidad vacía. Sin embargo, es mucho más. Todo empezó un día en el que Héctor fue a ver al Castilla. "Me gustó tanto el ambiente que decidí sacar dos abonos, uno para mí y otro para mi padre. Eran dos abonos en la grada lateral. Después los cambiamos a tribuna. Recuerdo que él no estaba muy convencido al principio. Me decía que iría cuando pudiera. Y al final no nos perdíamos ni un partido. Era exagerado."

Así era. Exagerado. Un buen ejemplo es aquel encuentro contra la Gimnástica de Torrelavega que se tuvo que suspender por la nieve. "Se jugó después, entre semana, pero seguía haciendo mucho frío así que me dijo que veríamos sólo la primera parte y luego nos iríamos a casa. Me pareció bien. Pero claro, a la hora de la verdad, hasta que no pitó el árbitro no nos fuimos." Tampoco se fue la última vez, contra el Eibar, estando ya muy enfermo. "No recuerdo el primer partido que vi con él pero sí recuerdo el último, contra el Eibar. Él ya estaba enfermo pero hacía el esfuerzo, un esfuerzo muy grande. Y sobre todo por complacerme a mí, porque sabía que iba a ser de las últimas veces que íbamos a ir al fútbol juntos."

Como era de esperar, cuando el Club anunció que los abonados podrían personalizar sus asientos, Héctor se acordó de su padre. No lo dudó. Su butaca quedaría identificada con la frase "Grandes momentos". Y así lo hizo. "Fue una alegría saber que podía personalizar el asiento. Y tenía claro lo que iba a poner. Porque han sido grandes momentos los que hemos pasado aquí." Curiosamente, uno de esos grandes momentos (el más grande para Héctor), fue también el peor. "El mejor momento fue el día del ascenso a Segunda. Cuando iban perdiendo, no podía entender que durante la temporada había sido casi imposible que nos hicieran gol y de repente, en veinte minutos, perdíamos 2-0. No me lo creía. Fue muy angustioso, pensar que un año buenísimo fuese a terminar así. Y luego acabamos haciéndonos fotos en el césped, celebrándolo, etc. No se me olvida que, al día siguiente, cuando se iba a trabajar me preguntó que si había dormido algo y le dije que no. Y me contestó que él tampoco había dormido nada y que si todos los partidos iban a ser así, dejábamos de ir al fútbol, que nos iba a dar algo."

Como ya hemos contado, no dejaron de ir al fútbol. Ahora, Héctor sigue haciéndolo, sabedor de que es lo que le gustaría a su padre. Le resulta duro, pero no falla nunca. Con cierto sabor agridulce, acude a ver al Alcorcón. Ya no discute sobre si es mejor Sergio Mora (su jugador favorito) o Borja Pérez (el de su padre). Pero tiene muy presente el privilegio que supuso el ir acompañado de su padre tanto tiempo a algo que, como él mismo dice, "es disfrutar y pasarlo bien." Sobre todo esto último, es lo que siempre destaca Héctor. Individualizado a su persona, apunta que "compartíamos mucho, entiendo que como cualquier otro padre con su hijo pero es verdad que el fútbol, aún siendo una más de tantas otras cosas, se diferencia en que lo disfrutas. Porque a veces, lo que compartes, son problemas, preocupaciones... pero aquí no. En mi caso era hacer algo juntos, partidos a las doce, los domingos... era el plan perfecto haciendo lo que nos gustaba a los dos: ver fútbol." Por eso el próximo día del padre, coincidiendo con la visita del Real Oviedo, Héctor hará precisamente eso, ver fútbol. Por placer y por reconocimiento a su padre.