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Conociendo a nuestras leyendas: Ricardo Ayllón

“El Alcorcón es el Club de mi vida”

Ricardo Ayllón, ex jugador y Embajador de la A.D. Alcorcón

Ricardo Ayllón pisa el césped de Santo Domingo y, automáticamente, se le dibuja una sonrisa kilométrica. Para él, como ex jugador, leyenda del Club y Embajador alfarero, venir a Santo Domingo es como venir a casa. Una casa en la que estuvo 8 años y que, desde entonces, ha sentido y siente como suya.

Llegó a Alcorcón con tan sólo un año y se crió en el barrio de Torresbellas: “Empecé a jugar en el colegio con 13 años. En el primer Trofeo del Patronato del Ayuntamiento de Alcorcón, se fijó en mí el equipo Munich de Ondarreta, que era de los grandes junto a la AD Alcorcón. Me enfrenté a la AD Alcorcón en varios partidos y, con 15 años, me ficharon para el juvenil”.

No terminó sus tres años en el juvenil cuando ya subió con el primer equipo, en aquel entonces, en tercera división. De su primera llamada con el primer equipo, guarda una fotografía mental: “Estaba entrenando con los juveniles y hacía falta un portero en el primer equipo. Ahí empecé la andadura. Después de ese entrenamiento, me llamaron para más y, al año siguiente, el Club dio el paso de, en vez de buscar porteros de fuera, contar con López y conmigo, que era juvenil todavía”.

Su debut es otra de esas páginas grabadas a fuego en la memoria de Ayllón: “Debuté contra el Conquense. Expulsaron a López y salí yo. Tras ese partido, venía un derbi frente al Leganés y el míster, Díaz Pablo, consideró que debía jugar el siguiente partido. Con la mala suerte de que, el viernes del entreno, antes del partido frente al Leganés, se me rompió un cuerno del menisco. Yo me pregunto si no me hubiese lesionado… qué podría haber pasado. ¿Me hubiese cambiado la vida? Pues a lo mejor…”.

Es primer año con el primer equipo no jugó prácticamente pero “aprendí muchísimo de la dinámica de un equipo de futbolistas que, ya por aquel entonces, se jugaban bastante. Yo tenía 18 años y ellos 35. Me acogieron fenomenal“. Alguien muy importante, en aquella primera época, cuando un Ayllón juvenil se codeaba con los mayores, fue su entrenador: Díaz Pablo. “Me animaba muchísimo porque lo tenía difícil por el puesto de portero. Ahora hay muchas rotaciones… pero el portero que empezaba la liga, continuaba para el resto de la temporada. Tenías que ilusionarte con estar en el primer equipo y trabajar y aprender“.

Cuando Ricardo tenía 20 años, Díaz Pablo se marcha a entrenar a otro equipo (CD Leganés) y López, su compañero en portería también. Se quedaba como portero “veterano” con tan sólo la veintena. Una responsabilidad que recuerda con una sonrisa, de esas que marcan los recuerdos bonitos.

Los años ochenta fueron años de altos y bajos, tanto deportivamente como económicamente: “Viví un par de descensos y también ascensos. Se aprende mucho de estas etapas, de las que son duras y complicadas. Por ejemplo, un descenso muy doloroso fue frente al Álamo. Con empatar aquí en casa, nos salvábamos. Estábamos tan confiados que nos ganó 1-3. Este tipo de situaciones, el mundo del fútbol en sí, me ha enseñado a respetar a todo el mundo; a aprender que “Hasta el rabo, todo es toro”; a no precipitarme y pensar que ya está todo hecho. Le tengo que agradecer mucho al fútbol; me ha enseñado muchas lecciones de vida“.

Ayllón no era una persona supersticiosa per sé, él más bien diría que ordenada. Tenía una manía incontrolableEn el vestuario, yo no podía ver que las botas de mis compañeros estuvieran cambiadas. El pie derecho tenía que estar en el lugar derecho y, el pie izquierdo tenía que estar en el lado izquierdo. No era superstición, era orden. Ponía las botas bien porque entendía que hay que salir al campo concentrado y a mí eso me parecía una desconcentración. Eran detalles, pero que me recorría todo el vestuario mirando uno a uno sus botas tras la charla del míster y las colocaba. Para mí era importante“.

De su etapa como alfarero, tiene muchos capítulos albergados en la memoria pero, si tuviera que escribir aquel que le eriza el pelo cada vez que lo piensa, Ayllón lo tiene claro: “El partido de Copa del Rey contra el Osasuna. Fue un premio. Ahí yo estaba de reserva y el míster me dio el premio de jugar. Disfruté como un enano“.

Una vez salió del que él considera “el club de su vida“, Ayllón siguió muy de cerca las andanzas de su Alcorcón como, por ejemplo, aquel famoso “Alcorconazo” o el ascenso en Santo Domingo frente al Ontinyent: “Estábamos toda la familia. Mi suegra vive en la Plaza de los Alfareros, donde se celebran los títulos y estas situaciones y celebraciones las he vivido en primera fila. Ha sido muy bonito“.

Y es que ocho años dan para muchos recuerdos. Todos esos instantes, almacenados en la memoria, son los que hacen que Ricardo Ayllón se emocione al hablar de su Club, de sus colores, de su escudo. Para él, ser alfarero, sentirse amarillo es algo inexplicable. Sólo su sonrisa nos da una pista de esta definición: “ Lo sientes dentro. Sólo con verme la cara, ya se me nota lo que siento por el Alcorcón. Cada vez que vengo aquí o piso el campo, me encuentro muy bien, como en casa”.